Cuando surge un problema en nuestra vida, nuestro instinto natural
es tratar de deshacernos de este. Parece suficientemente lógico ¿verdad?
Si tienes un problema, o buscas deshacerte de él o quieres encontrar la
manera de escapar de él. El único inconveniente es que, tan pronto como
un problema es supuestamente resuelto, ¡surge otro en su lugar!
Por ejemplo, tengo un amigo que fue bendecido con un trabajo genial,
pero no se llevaba bien con sus compañeros de trabajo. Para él ¡el
problema eran los compañeros de trabajo! Así que cambió de trabajo
esperando así resolver el problema. Desafortunadamente, el nuevo empleo
vino con un nuevo grupo de compañeros de trabajo y un nuevo grupo de
inconvenientes.
Este ha sido un desafío para mi amigo desde el
momento que salió de la universidad y se unió a la fuerza laboral. Fue
en ese punto que le sugerí que quizás el problema no eran sus compañeros
de trabajo, sino que más bien tenía que aprender a trabajar bien con
otros. Juntos creamos un plan para ayudarlo a desarrollar paciencia,
para mejorar sus habilidades para escuchar y para que sintiese
apreciación por el trabajo en equipo. En meses, no sólo era
sobresaliente en su trabajo, sino que había creado también grandes
amistades en el proceso.
Mi amigo aprendió una importante
lección espiritual: Podemos cambiar de trabajo, pareja o religión pero
hasta que no cambiemos internamente, atraeremos circunstancias y
personajes similares todo el tiempo.
Creemos equivocadamente que
ya que nuestros problemas son externos, necesitamos arreglar el
exterior. Hacer cambios dentro de nosotros mismos es la clave para
experimentar plenitud duradera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario