El Informe de Desarrollo Humano Mundial del PNUD se entregó ayer. En él nuevo se demuestra que nuestra realidad sigue teniendo graves problemas. El mayor que se visualiza a simple vista es la escasa escolarización de la población que apenas, como promedio, solamente asiste 4 años para ser formada. Es decir, tenemos millones de personas semianalfabetas y un buen número todavía sin asistir a ningún centro de enseñanza, así como y jóvenes que no tienen ni siquiera las herramientas básicas que dan una lectura y escritura mínima y una cultura aceptable. Cualquier persona que sea profesor universitario podrá atestiguar el descenso de la educación y el virtual declive de las humanidades, que fortalecían en mucho esta parte, instructiva y formativa para la nación, pero pareciera que nunca hay inversión social donde más se le requiere.
El verdadero problema que arroja esa cifra es el atraso que durante muchos años debemos sufrir, porque resulta imposible que superemos esa brecha en poco tiempo. Y entonces sí que vemos otro agujero que de pronto se abre ante nuestros ojos y nos deja perplejos. Además no es una cuestión que podamos fácilmente reparar. No estamos preparados para un futuro que necesita de inmensas inversiones para igualar a otros países de la región y poder competir por una vida mejor. Esto solo nos avisa que seguiremos exportando mano de obra de tercera categoría. Por otra parte, somos testigos de que la inversión pública pareciera un callejón sin salida. Falta una reforma fiscal efectiva y suficiente concientización en algunas de las comunidades, y sobre todo en algunos políticos, que se han dejado manipular durante decenios para que esta realidad nunca sea abordada como es debido. En cambio paralizan las discusiones parlamentarias eternizando las famosas interpelaciones a ministros, que se han convertido en una técnica para no solventar las responsabilidades inherentes al Congreso, que además de ser urgentes son necesarias para una realidad humana lesionada.
Cada vez que viene el informe del PNUD volvemos a repetir la historia: nos asustamos algunos y después todo sigue igual. Es necesario que se tome en serio el puesto que nosotros, como conjunto de comunidades guatemaltecas, hemos ido consintiendo para nuestro país. El resultado del informe no es algo que pueda ocurrir por el efecto violento de una tormenta tropical. Al contrario, es un olvido y una indiferencia de muchos años lo que vemos aquí, una realidad que al ser comparada con otros países resulta hasta vergonzosa. Es urgente que salgamos de ese puesto que, de no ser por una o dos naciones, sería el último. Hay que entenderlo, asimilarlo y realizar el esfuerzo que siempre se ha prometido y al final no realizamos: salvemos el país y unamos los esfuerzos de todos los sectores. Este es el momento de buscar las causas y sus soluciones.
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