Con el ímpetu que ha recibido el tema de la diversidad cultural y, la consiguiente multiculturalidad desde la firma de los acuerdos de Paz en 1996, que junto con la elección, la señora Rigoberta Menchú Tum, para el Premio Nobel de la Paz en 1992 y la posterior declaración por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas del Decenio de los Pueblos Indígenas, como una medida de contracultura a lo que por cientos de años había sido reconocido, por lo menos a nivel oficial, como la celebración del Día de la Raza, la Hispanidad que precisamente en ese año 1992 estaba alcanzando a su quinto centenario.
En fin, los recuerdos de aquellas celebraciones y contracelebraciones quedaron atrás, más no así los millones de dólares que se destinaros a proyectos de desarrollo y de elevación de la conciencia política de los llamadas “naciones Mayas” sobre todo en Guatemala. Producto de este impulso político, se estableció una serie de líneas de acción de transformación del Estado hasta llevarlo, en un futuro, a una situación de respeto pleno de la diversidad cultural y, sobre todo, de fin del racismo categoría de análisis que se utiliza para definir al Estado Guatemalteco y, que se ha reafirmado a partir de las conclusiones de los informes de Esclarecimiento del Pasado Histórico y de Recuperación de la Memoria Histórica, esta última organizada por la Iglesia Católica que al final pago con la sangre del Monseñor Juan José Gerardi su postura de crítica hacia la impunidad.
Era necesario hacer esta pequeña introducción para determinar la situación sociocultural favorable a la expresión cultural en el país, paradójicamente, dicho contexto todavía posee el peso de tres cientos años de persistencia colonial y ciento ochenta y siete años de supuesta independencia de construcción cultural que supone como principio la homogeneidad cultural en torno al ideal europeo al inicio y luego al anglosajón norteamericano.
Coincido con las posturas esgrimidas por las organizaciones de mujeres indígenas que plantean que el peso de la conservación de la identidad cultural ha caído en las mujeres, y es que hay que recordar que tanto el colonialismo como los Estados prehispánicos compartían el patriarcado como base de organización social, situación que poco varió durante el período republicano.
Ahora bien, este ensayo se ocupa de uno de los elementos de la identidad cultural indígena en Guatemala, que algunos investigadores, sobre todo los de mediados e inicios del siglo veinte lo abordaron desde su adscripción más culturalista, el traje como un todo, repleto de simbolismos, que trataba de definir, luego, la identidad cultural que ya en la década de los noventas se define como Maya.
Hay que hacer una advertencia antes de entrar en materia, que no es posible abordar el tema de los trajes sin entrar al tema de la situación de la mujer, sino sería una mera descripción estética que no contribuiría a conocer las condiciones socioculturales que dan pie a las manifestaciones comunicativas y de interelación socio-cultural indígena en Guatemala, pero tal problemática es mucho más compleja que las manifestaciones artísticas que a veces se manifiestan en la una de las pocas vestimentas que encuentra una constante en no menos de quinientos años de existencia tanto en Guatemala como en las demás regiones mayas que están inmersas en lo que hoy se conocería como República Federal de México.
Lo que es y lo que no es
Durante una plática que sostuvimos con una mujer indígena de la étnia Mam del municipio de San Juan Ostuncalco, Departamento de Quetzaltenango, le comentaba acerca de la construcción socio cultural que constituye el Islam en gran parte de Africa, Asia e incluso Europa, y ella sorprendida me cuestionaba acerca de que si en el Islam que aceptaría a una mujer con traje indígena como el que ella usa.
Ante tal cuestionamiento, me vi en la necesidad de explicar, con las limitaciones del caso lo que para un hombre musulmán, además antropólogo, lo que significa el Hiyab, que además de tener una serie variables en colores y formas dependiendo de la región e incluso (aún cuando no sea nuestro deseo) a la nacionalidad, el velo representa una actitud e identidad religiosa, tiene congruencia con la interpretación que se hace la de la ley de Dios, e igualmente es un mensaje para establecer relaciones con los hombres, demuestra virtud en relación con la observancia de la moral islámica. Por lo tanto la vestimenta de la mujer islámica es forma y fondo, no podemos obviar la tendencia de la moda que actualmente ha tenido impacto dentro de los parámetros de consumos masivo, existen desfiles de modas, innovación de colores, siempre del marco que la tradición cultural que cada región reconoce, igualmente no hay que obviar el hecho de las diferencias clasistas que existen en los países con fuerte presencia musulmana, eso significa que cierto tipo de telas son más finas que otras y por lo tanto más caras, y finalmente hay que recordar que muchos diseños también responden a las tareas que las mujeres desempeñan, por ejemplo un hiyab de una mujer campesina se diferencia mucho de una oficinista, pero, independientemente de estas condiciones, el pilar del significado religioso es el mismo, claro esta, no hay que descartar que muchas veces la monotonía de la tradición a veces no permite refrescar el significado de la vestimenta, y no podemos obviar la posibilidad, real, de que en el mundo islámico exista en algunas mujeres más tradición “per se”
Pero cuando en el análisis se comparaba al traje indígena, las diferencias comienzan a surgir. Actualmente las vestimentas “tradicionales” no poseen correspondencia con la identidad religiosa ya que tanto cristianas católicas como evangélicas, que se diferencian diametralmente en los ritos, e incluso las autodenominadas de la cosmovisión maya no presentan diferencias, excepto con el uso de velos en la cabeza que solamente se usan en momentos determinados como sería el caso de misas, cultos o ceremonias.
En el caso de las mujeres que se definen como practicantes de la cosmovisión maya tratan de retomar significados de colores y diseños que la “tradición dicta” que incluso se ha tratado de buscar en la historia pre hispánica los significados que en gran parte de la población femenina no sostiene por su relación casi histórica con el cristianismo.
Ciertamente, el Hiyab al igual que el traje indígena han evolucionado, no con la celeridad con que la moda del vestuario en occidente que se ha visto dinamizado con el mercado y la transformación de los valores sobre todo en lo relacionado a la pertenencia y uso del físico, tanto de hombres como de mujeres y especialmente de estas últimas por la existencia de un violento patriarcado.
El traje indígena femenino es un producto de la evolución del mestizaje cultural, ya que concentra valores pre hispánicos e hispánicos propiamente dichos, pero no define, desde mi punto de vista, la globalidad de la identidad indígena, porque la identidad también se puede definir como una sumatorio de elementos en donde la forma de vestir es solamente uno de ellos.
De lejos parece pero de cerca no cabe la menor duda
No todas las mujeres indígenas, autodefinidas como tal, usan de diario el traje distintivo para una gran parte de mujeres. De hecho hay una combinación que tiene que ver con el proceso de transformación rural-urbano.
Una mujer indígena, en una comunidad rural, donde la población es predominantemente indígena, la tendencia sería que utilizaría el traje diariamente, esto se combina con un sentido de pragmaticidad que regularmente predominaría entre poblaciones de escasos recursos económicos, pero además se encuentra el sentido de las dimensiones del universo cultural en el cual se desenvuelve, es por eso que el uso del traje tendrá una dimensión de carácter geográfico, el utilizar traje de otra región o grupo étnico, en estas condiciones, no es una alternativa de variabilidad.
Ahora bien, en el área urbana las tendencias serían dos, las que lo conservan e incluso adhieren aditamentos que no necesariamente son propios de su grupo cultural, collares, faldas, blusas, guipiles o cortes de distintos orígenes. Por otro lado esta la tendencia que se refleja con el abandono del mismo con respecto a la adopción de vestimenta más occidental, que tiene la ventaja de la variedad y de los costos reducidos, pero además se convierten en la llave de aceptación cultural del grupo, en la forma de autoasumirse como parte de una cultura que presenta elementos novedosos como podrían ser: la apertura en relaciones con personas del sexo opuesto y, la movilidad social que permite el utilizar faldas y blusas de determinadas características (como las que se ven en la televisión).
Existe una tendencia intermedia, que son las mujeres que combinan elementos de vestir indígenas con occidentales, blusas con faldas típicas, aditamentos a las faldas como la disminución por encima de la rodilla, utilización de telas pero con diseños occidentales, pero además están los cambios estéticos que incluyen un mujer de traje entero pero con zapatos de tacón alto, con peinados acordes a la moda , bolsas, y la correspondiente utilización de maquillaje.
Con ello se confirma que el mundo del vestir indígena se convierte en esta etapa de la evolución de la apariencia, en insuficiente frente a la avalancha de mensajes que se reciben por los medios de comunicación.
Sobre la carretera que cruza la cabecera municipal y departamental de Chimaltenango se aglomera durante todo el día cientos de vehículos, camiones repartidores, buses extraurbanos que llevan y traen a miles de viajeros. Chimaltenango es uno de los departamentos de mayor población indígena que hay en Guatemala, predominantemente Kakchiquel. Como es costumbre donde hay aglomeración de comercio y buses existen los locales dedicados a la venta de licores, y dicho tramo no es la excepción, más o menos tres cuadras (trescientos metros de) de bares y barras predominan en tal lugar, junto con la venta de licores también esta a disposición la venta de servicios sexuales por medio de prostitutas que se disponen en las puertas de los locales a ofrecer sus servicios a los hombres que circulan por el lugar. Como aditamento al tema que estamos abordando, hemos podido notar como en dicho lugar existe dentro de la variedad de sexo servidoras las que utilizan vestimentas indígenas, faldas largas (cortes) que no muestran piel, pero que ceñidas al cuerpo dejan ver las amplias caderas.
Por lo regular los servicios de una mujer prostituta indígena son contratados por un hombre indígena ya que un hombre ladino, occidentalizado, los parámetros de consumo de tales servicios están determinados por la imagen que se disponga sobre mujer en cuestión y no es común que un hombre auto calificado de ladino o mestizo solicite tales servicios si existe a la par una mujer con sus mismas características culturales.
Pero regresando al tema de la prostitución activa de mujeres que conservan el vestir característico indígena reafirmaría la hipótesis de que la vestimenta no define a la cultura como tal porque no se ha sabido que las mujeres de la región o localidad donde estas ejercen su labor sean cuestionadas o en el extremo de que no se les permita realizar tales labores, no deja de ser cuestionado como sería otra mujer en tales circunstancias, pero además el ejercicio de la prostitución en tales condiciones se practica en la ciudad de Quetzaltenango y incluso en la misma ciudad capital. La relación comparativa con la prostitución ejercida por mujeres con vestimenta más occidentalizadas en realidad es diminuto, pero existe y a la vista de la comunidad.
Este tipo de versatilidades culturales se manifiesta también en las llamadas luchadoras “cholitas” en Bolivia, que en espectáculos masivos de lucha libre, mujeres suben al cuadrilatero con sus ropas tradicionales, con esto la lucha se le imprime la característica “nacional”, pero los simbolismos del traje de “chola” se diluían en el contexto del consumismo.
Alguien podría objetar el porque en este ensayo se hace la mención de tales mujeres y no así de aquellas que ejercen trabajos profesionales o en los sectores de comercio y que dignamente lucen la vestimenta de diario, incluso como una forma de reafirmar la identidad que proporciona dicho traje y, que solamente en Guatemala pasaría desapercibido, sin embargo las instancias institucionales que sostienen que el racismo y exclusión socio cultural pesa sobre la población indígena, especialmente en el caso de las mujeres, no dejan de tener razón, la mayoría de puestos de trabajo para mujeres profesionales o semi profesionales sigue siendo en su mayoría ejercidos por mujeres “que visten a la occidental”, por lo tanto visiblemente no se percibe la diversidad cultural aún cuando en la practica se ejerce en tanto que tales centros de trabajo confluyen mujeres de diversos tendencias políticas, credos religiosos y origen geográfico. Sin embargo se sostiene que el indicador para medir la inclusión cultural es ver a mujeres vistiendo trajes regionales en puestos públicos, y con ello se pretende visualizar la diversidad expresada en solo un elemento de la identidad como es el vestir.
En la ciudad de Quetzaltenango, que además de ser el segundo centro urbano de Guatemala, posee la característica de estar en medio de regiones predominantemente indígenas, por lo tanto ha sido y es un referente para medir la integración o la exclusión cultural en Guatemala. Por sus calles se produce un fenómeno interesante en relación al uso del traje regional, constantemente aparecen mujeres jóvenes acompañando o acompañadas por sus madres o abuelas, lo cual no pasaría desapercibido si no fuera por el hecho que constantemente la mujer más joven esta vestida “a la occidental”, jeans, faldas y blusas de diversos diseños que se encuentran a la venta en cientos de comercios, y la mujer de mayor edad, utiliza el traje característico de la región. Este hecho cotidiano adquiere relevancia cuando en sondeos de opinión que brindan el dato que cada vez más jóvenes indígenas de la ciudad no solo no hablan el idioma de sus padres, y para el caso de las mujeres incluye el uso del traje, a este fenómeno de transformación cultural en los años sesentas Richard Adams (antropólogo norteamericano) lo presentó como un proceso de ladinización, que no era más una transformación que ahora con el avance de los medios de comunicación masivos igualmente se convierte en masiva la transformación, Adams lo presentó en esos años pero el proceso inicio desde el mismo momento que los españoles establecieron relación con los pueblos originarios.
Hoy en día son más frecuentes las escenas de mujeres que transitan en la calle de la mano con su esposo o novio, besándose, o incluso utilizando los servicios de Hoteles de paso, con sus respectivos trajes tradicionales, al igual que hay más mujeres que asisten a las aulas universitarias (todavía no las suficientes), dueñas de comercios, profesionales y políticas, que lo único que las diferencian de otras mujeres es su adscripción cultural, pero para ser mas específicos, en el uso de un traje tradicional de diario porque en los comportamientos socio-culturales son los mismos, excepto por el racismo.
¡Vamos a buscar ropa a las pacas!
La década de los noventas fue particularmente significativa en lo que respecta a los procesos de cambio cultural en Guatemala por medio de la vestimenta. En ella se ubica hechos significativos como la masificación del servicio de la televisión por cable (por cierto mucho de el ilegal) el crecimiento exponencial de la piratería de música y Films extranjeros, principalmente norteamericanos y mexicanos (los de más baja calidad interpretativa y de producción) y por ultimo la telefonía celular.
Junto con estos productos culturales, Guatemala se vio inmersa dentro del comercio de prendas de vestir de segunda mano procedente de Estados Unidos, que inicialmente fueron introducidas como donaciones a población necesitada, y luego poco a poco fueron inundando mercados y local en zonas comerciales. Lo novedoso de tal comercio fue que se ponía a disposición ropa de buena calidad, en buenas condiciones y de marcas reconocidas (en los mismos programas de televisión por cable)
¿En que se convierte una persona que abandona la vestimenta y el idioma de sus padres? En principio hay que tomar en cuenta las tendencias del mercado del vestido y sus costes, un traje tradicional en optimas condiciones puede llegar a costar cientos de quetzales en principio por el trabajo artesanal que representa y lo elevado de los materiales, es por eso que las mujeres con menos ingresos por lo regular no poseen gran variedad de vestimenta, contrariamente con otras mujeres, que poseen ingresos monetarios, mas sustanciosos, pueden agenciarse de una variedad de vestidos que por calidad de hechura y precio supera el guarda ropa de muchas mujeres de clases medias.
Pero, aún con la variedad de colores y diseños, de tales trajes, no llega a superar la versatilidad de la vestimenta “occidental” que además de inundar el mercado con diseños, colores y estilos, son sumamente baratos, y ese el caso de la ropa de segunda mano en donde una prenda puede llegar a costar hasta Q.5.00 que traducido a dólares, nos referimos a casi 0.60 centavos, mientras que un traje tradicional sencillo cuesta entre Q300.00 y Q.500.00 dependiendo de la región, incluye blusa y un corte o sea un falda larga amarrada a la cintura, y cuando se posee más capacidad monetaria un traje fino puede llegar a costar hasta Q.1,000.00 – Q.1,500.00 ahí se incluye la falda más el
güipil o blusa tradicional, sin incluir joyas, calzado y los bolsos, los cuales por lo regular ya no son tradicionales.
La ropa de “paca” que originalmente vestía a las clases pobres de las ciudades, ahora viste a las clases medias que más se identifican con los parámetros culturales que observan en los Films norteamericanos, por lo tanto, dentro de las clases medias indígenas sobre todo en la ciudad de Quetzaltenango, se observa la tendencia de algunas mujeres que solamente utilizan sus trajes tradicionales para ocasiones especiales, como podrían ser bodas, reuniones familiares, o incluso para asistir a la iglesia, y de diario las vestimentas más occidentales.
Pero además, esta tendencia se marca desde edades tempranas, ya que las niñas en áreas urbanas ya no son vestidas como sus madres o abuelas, ya que los ropajes tradicionales son caros y la ropa “de paca” es barata como “para usarse para jugar”, dicha tendencia se ha marcado durante los últimos diez o quince años del reinado de la Paca.
Son miles los puestos de venta de ropa de paca en las principales cabeceras municipales y departamentales del occidente que marcan la forma de vestir de hombres y, comienza a ser mella en la continuidad del vestir femenino, tanto por la diferencia de precios como por la transformación de comportamientos y percepciones culturales que tarde o temprano se producirían en la periferia.
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